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martes, 13 de septiembre de 2016




Felicidad




Nada es definitivo. Las cosas y los sentimientos cambian y lo que antes te hacía sentir profundamente infeliz, con el paso de los años logra sacarte una sonrisa. Algo así me ha pasado con ese sentimiento tan volátil y difícil de definir como es la felicidad. Recuerdo que cuando era muy joven tenía la virtud de ver el vaso siempre "medio vacío" aunque estuviera lleno hasta el borde. Siempre encontraba algo que no era de mi agrado. Cualquier disculpa servía para torcer el gesto y robarme esa sensación tan escurridiza y placentera como es la felicidad. 






Han pasado los años y ahora todo parece mucho más amable. Más sencillo.  Incluso la felicidad, que ya no se escapa entre los dedos y que se deja acariciar por la mañana, cuando me despierta el sol o el sonido de la lluvia en los cristales. El mismo sentimiento que me invade cuando regreso a casa después del trabajo; al observar los árboles o al acariciar a mi perro, ese amigo de emociones y silencios.



Uno de los grandes pensadores de todos los tiempos, Lao Tse, creía que la felicidad se asomaba a nuestra vida cuando tomamos como modelo la Naturaleza. Es decir, no somos felices por poseer algo, por ganar más que antes, por acumular bienes naturales. La felicidad nos invade cuando estamos en armonía con nosotros mismos. 





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